capítulos

Capitulo 1- Hugo



Hacía mucho tiempo que Hugo había dejado de dormir con la luz encendida. Desde que murió su madre, pasó un año sin poder aceptarlo, durmiendo por las noches de esa manera. Esa noche había llegado a su casa cansado, exhausto, sin ganas absolutamente de nada, más que poder recostarse y así recuperar un poco de lo que había perdido ese día en el trabajo.
Hacían ya 12 años que se encontraba trabajando como administrador de una importante firma de automóviles con base en España, lo que le había posibilitado la oportunidad de vivir en un lujoso y amplio departamento, en el quinto piso de un reconocido edificio de Barcelona. Su posición la había conseguido establecer, luego de un buen tiempo trabajando a la par de su hermano Alex y tras haber estudiado administración empresarial durante tres años. Esa noche había llegado físicamente destruido, teniendo fuerzas solo para cambiar su ropa y recostarse para poder dormir.
A la mañana siguiente, Hugo se levantó de su letargo muy temprano y se sentó al costado de la cama. Una serie de recuerdos comenzaban a llegar a su cabeza, nublando su mente:
Su etapa como estudiante, la infidelidad de su madre a su padre, sus años de rebeldía, las carreras clandestinas, su amigo Pollo y su vida al margen de la Ley. Todo lo que había dejado en el pasado quería volver en ese día. Tras recordar estas circunstancias con algo de tristeza, pudo hacerlas nuevamente hacia atrás, en un dejo de tranquilidad. Se levantó de su cama, caminó hasta el balcón, abrió la cortina y la mampara que lo separaban del mismo y salió hacia él. Hacía un agradable amanecer de primavera y el suave viento matinal lo reconfortaba.
Hasta que nuevamente los recuerdos del pasado retornaban, pero en esta ocasión, se trataba de un nombre en particular: Babi. Apoyado con sus manos sobre la cornisa, Hugo intentó de alguna forma limpiar ese recuerdo de su mente. Definitivamente, lo atormentaba. Su dolor pronto se vería mitigado al sentir las suaves manos de Ginebra, quien se acercó abrazándolo por atrás. Su presencia lo reconfortaba como hacía 20 años atrás y lo hacía volver en sí.
Esa mañana harían exactamente 20 años que Hugo estaba felizmente casado con Gin. Y harían 21 años y algunos meses que ambos habían formado una familia, trayendo al mundo a Diego, un joven que había adquirido esa debilidad de su padre por el vértigo y la velocidad, aunque volcándola en carreras legales de automóviles, como le gustaba a su tío Alex.
Esa mañana, Hugo comenzaba a sentirse feliz con la aparición de Gin.
- ¡Buenos Días mi amor! –le susurró ella al oído
Al escuchar la voz de su mujer cosquilleándolo, se dio media vuelta para recibirla mirándola de frente.
- ¡Buenos Días mi amor! – Respondió él, abrazando su cintura y besándola en los labios- ¿Cómo has amanecido? –preguntó mientras le acomodaba el pelo atrás de la oreja.
- Muy bien querido mío – respondió ella – ¿Y tú?
Hugo inspiró muy profundo y suspiró antes de responder.
- ¿Pasa algo?
- No. Son solo… Recuerdos del pasado que quisieron volver…
- ¿Recuerdos de que tipo?
- Del pasado que siempre quise enterrar… Mi fallida carrera universitaria, mi madre, las carreras de motos, Pollo… cosas que cuando vuelven me hacen sentir triste – Dijo Hugo, obviando ciertos recuerdos.
- Y sí… Son cosas tristes. Pero no debes preocuparte por ello. Recuerda siempre las cosas bellas que te han pasado – dijo Gin y agregó – A propósito de recuerdos, ¿Recuerdas que día es hoy?
Hugo nunca quiso decepcionar a su amada. Y menos en una fecha tan especial como esa. Estuvo todo el día en el trabajo y casi no tuvo tiempo ni de acercarse a una florería para poder aunque sea robarse una pequeña flor para regalarle en ese día.
- Me gustaría poder compartir algo contigo – dijo Hugo tomándola de la mano – Ven conmigo.
Salieron del balcón y le pidió que se vistiera. Una vez vestidos (con lo primero que encontraron), Hugo llevó a Gin al ascensor con los ojos vendados. Tras subir cinco pisos, la llevó escaleras arriba y juntos subieron a la terraza. Ya allí, Hugo le quitó las vendas a Gin y le dijo
- Ya puedes abrir tus ojos… ¿Qué te parece?
Gin quedó maravillada observando el regalo que le daba Hugo: Los primeros rayos del sol que comenzaban a asomar en el horizonte.
- Quiero regalarte este amanecer mi amor. Creo que es un tesoro incalculable que ningún dinero puede comprar y que por tal motivo, te lo quiero ofrendar por estos más de 20 años de amor que me has dado.
- ¡Es lo más hermoso que vi en mi vida! Me recuerda a cuando nos conocimos aquella noche que me enseñaste la ciudad desde la colina. Esto vale mucho más que cualquier valor material que puedas regalarme mi amor. ¡Gracias de verdad! – Respondió Gin emocionada hasta las lágrimas.
Hugo aprisionó a Gin entre sus brazos y juntos se quedaron contemplando el amanecer. Al terminar de salir el sol, retornaron al departamento donde se dispusieron a desayunar.
A media mañana, Hugo salió diciendo ir a su trabajo, pero al bajar a la calle decidió cambiar de rumbo. Esa mañana, Hugo no asistió a su oficina. Condujo un par de horas sobre la  avenida con destino incierto y tratando de encontrarle una razón, un por qué a esas imágenes que volvían a su mente, justo en el día de la celebración de su vigésimo aniversario de casados.
Las vueltas de su camioneta y un poco quizás la casualidad (aunque también movido por los recuerdos), lo llevaron a terminar su trayectoria en el cementerio. Estacionó su vehículo en la divisoria de la avenida donde se encontraba el acceso principal y bajó caminando hacia el arbolado lugar. Ingresó al Parque y caminó tranquilamente hacia el solar donde descansaba su eterno amigo Pollo, su hermano, su mano derecha. Pollo había fallecido hacia cosa de 23 años ya, en una mortal competencia clandestina. Hugo creyó haber liberado a su amigo y que este descansaría finalmente en paz, sin embargo había vuelto a rondar en sus recuerdos, como queriendo transmitir un mensaje. Intentando encontrar la respuesta a sus pensamientos, acudió a la última morada de Pollo para visitarlo y pedirle consejo.
Pero al llegar, descubrió a una mujer sentada sobre la tumba de su amigo. Le había dejado flores y vestía un amplio sombrero negro.
- Bien yo sé que Pollo no tenía familiares - dijo Hugo - con él había muerto su familia.
- ¿Y tú no eras su familia? - respondió la mujer - ¿No eras acaso su hermano de la vida "Hache"?
Hugo se sintió tocado.
-Hacía tiempo que nadie me llamaba así. Pocas personas me recuerdan de esa forma.
- ¿Y de mí ya no te acuerdas?
- ¿Katina? - preguntó Hugo
La dama misteriosa se volteó para verlo mejor. Era Katina, la joven que había dado felicidad a los últimos días de vida de Pollo. Con unos años más, pero seguía teniendo la misma vitalidad. A Hugo se le dibujó una sonrisa en el rostro y con mucha emoción abrazó a su vieja amiga.
- ¡Zorra bandida! ¿Dónde te habías metido? – exclamó con una carcajada.
- He estado rehaciendo mi vida en Logroño. Hace tiempo que fui a vivir allí.
- ¿Y que se te dio por ir a esos lugares?
- Bueno pues… Luque consiguió armarse una hacienda allí y quería hacerlo en un lugar con mayor tranquilidad que Barcelona. Aparte, su familia era oriunda de ese sitio.
Luque era el hermano mayor de Ginebra, la esposa de Hugo. Luego de que Hugo y Gin tuvieran a Diego, Luque intentó de alguna forma enamorar a Katina, quien se había refugiado en
Hugo tras la muerte de Pollo. Al comprobar Katina que Luque era la mejor opción para rehacer su vida, terminaría de convencerse y luego de dos años de insistencia por parte de él,  ambos se casarían un año después de Hugo y Gin, a escondidas de ellos, por eso Hugo nunca más supo de ambos.
Al mismo tiempo, Hugo era muy celoso y no lo ponía contento ver a Katina acercarse a otro hombre, ya que celaba y mucho la memoria de su amigo. Por ese motivo, Katina trató de ocultar su relación a los ojos de Hugo para no hacerlo sufrir, lo cual también implicó una separación prolongada de Luque para con su hermana Gin, aunque estos dos continuarían teniendo contacto por correo. Con el paso del tiempo y tras una fuerte charla mantenida con Gin, Hugo recapacitaría en su actitud y comenzaría a ver con buenos ojos la relación de su amiga y su cuñado. Sin embargo, nunca quiso llegarse a Logroño a visitarlos, para no generar un escándalo.
La charla entre Hugo y Katina prosiguió:
- Y si Luque se fue contigo a Logroño, ¿me puedes explicar que haces aquí? – preguntó Hugo.
- Ah! Si. Es que le pedí para regresar. Extrañaba mucho a mis amigos… Sin agregar que ellos nunca se acercaron a visitarnos desde nuestro casamiento. – respondió Katina.
- ¡Anda tía! Ni siquiera tú tampoco te has acercado – le reprochó socarronamente Hugo.
- Pues no lo hice porque para que sepas, él y yo debíamos cuidar de nuestra hija – respondió Katina un poco enojada con la broma de Hugo.
- Muy bien, hasta ahí te entiendo. ¿Pero no comprendo por qué estas aquí tú sola?
- Es que Luque decidió mandarme hacia aquí a que busque y vea algún lugar donde volver a vivir. El mientras tanto, quedó en Logroño administrando el campo y esperando mi llamado para mudarnos y venirse hacia Barcelona con Babi.
Al escuchar este nombre, nuevamente los recuerdos sacudieron la mente de Hugo, estremeciéndole el corazón. Completamente desorientado exclamó:
- ¡¿Con quién?!
- Con Babi, mi hija… La llamé así porque me gusta ese nombre. No fue por… Tú sabes…
Hugo quedó paralizado un buen rato, pensando en ese nombre que le mencionara Katina. Ella le dio un golpe para que reaccione:
- ¡Hey cabrón! ¿Pasa algo?
- ¿De qué?
- Te mencioné el nombre de mi hija y quedaste idiota como Rocky Balboa… ¿Qué? ¿Acaso sigues viendo a la otra Babi? ¿Sabes algo de ella? ¿Pregunta por mí? ¡Vamos respóndeme!
Babi fue en su momento la mejor amiga de Katina y el primer gran amor de Hugo. Pero tras la muerte de Pollo, ella terminaría de muy mala manera con ambos.
- ¡Ya… basta! En serio… No, no la vi. Hace años que no se de ella.
- O sea… Es decir… ¿No la viste más desde aquella noche lluviosa después de mi llamado?
- No me lo recuerdes por favor. Aquella noche casi me cuesta el amor de Ginebra.
- ¿Lo juras?
- Lo juro.
- Vale, te creo… - respondió Katina - Sin embargo...
- ¿Qué? - preguntó Hugo
- Te mentí. No es cierto que a mi hija no la haya nombrado en homenaje a ella... La sigo extrañando. Pero aún así, no tengo ánimos de volver a verla - confesó Katina.
- No hacía falta que lo aclares. Te comprendo mejor que nadie - dijo Hugo.
- Gracias por comprender - agradeció Katina y luego cambió de tema - A propósito, ¿Cómo sigues con Gin?
- Bien, hoy cumplimos 20 años de casados.
- ¡Es cierto! Ya lo había olvidado… ¿Cuánto tiempo ha pasado no?
- Así es. La llamaré, le diré que estás aquí y que almorzaras con nosotros.
- ¿Tú dices que ella querrá?
- ¡Por supuesto! Eres su cuñada y estará feliz de verte. Pero antes, déjame terminar un asunto.
Hugo se acercó a la tumba de Pollo y se arrodilló para orar en silencio por él. Tras su rezo, comenzó un diálogo imaginario con su amigo:
"Pollo, ¿Qué sucede? ¿Hay algo que quieras decirme y no sabes cómo hacerlo? Por favor, explícame estos pensamientos que vienen hoy a mí. Explícame ¿qué quieres decirme? Ya he saldado todas tus deudas. Te dejé ir en paz. Es cierto que te llevo en mis recuerdos y que te echo de menos. Pero ¿de qué me quieres alertar? ¡Por favor, respóndeme de alguna forma! Aquí está Katina, quien seguramente ya te ha contado todo sobre su vida y te manda saludos. Pero solo explícame, ¿por qué has vuelto de esa forma y que sigue haciendo
Babi en mi cabeza? Nunca te voy a olvidar amigo. Mándale saludos a mamá y dile que ella también está presente en mi mente. Te mando un abrazo, desde donde estés."
Hecho esto, Hugo se volvió hacia Katina y ambos salieron caminando del Parque Memorial hacia la calle, hablando de la vida. Tras esto, subieron al coche y emprendieron rumbo hacia la casa de Hugo.

CAPÍTULO II – BABI
Tras su último encuentro con Hugo Olivera, Babi Alcázar había decidido unir su vida a la de Gustavo Vidal. Su familia (mejor dicho, su sobreprotectora madre) estaba muy conforme con
la decisión que había tomado, más allá de si quería realmente estar con él o si todavía amaba a Hugo.
Gustavo y Babi decidieron casarse una semana después de aquel encuentro final entre ella y Hugo en la playa. Y a los nueve meses de la ceremonia llegó a casa su primer hijo, al cual
Babi llamó Horacio. Cinco años después, ambos tendrían a su primera hija, de la cual a Gustavo le tocó el turno de bautizarla: La llamó Perla.
Sin lugar a dudas, los Vidal-Alcázar eran una familia perfecta: Herederos de los negocios familiares de cada uno, eran una familia acomodada de la alta clase social española. Horacio y
Perla asistieron a los más prestigiosos establecimientos educativos del país, cursando Horacio actualmente el segundo año de su carrera universitaria, aunque era un muchacho muy
rebelde. Perla por su parte, ya se encontraba terminando su colegio secundario y era la protegida de su madre.
Esa mañana, harían poco más de 21 años del casamiento de Babi y Gustavo (Vaya coincidencia, es el tiempo que ella y Hugo dejaron de verse) y ambos se prepararon para ir a sus
tareas respectivas. Cotidianamente, Gustavo se marchaba hacia su oficina, mientras que Babi acompañaba a Perla a su secundario, después de eso tomaba su camino hacia su
trabajo.
Esa mañana, ahorrándose viaje por la feria escolar, Babi se dirigió hacia su oficina. Mientras viajaba, su cabeza comenzó a dar vueltas por sus pensamientos y no podía concentrar su
camino. Se sentía muy mal, a causa de recuerdos que comenzaban a resurgir en su cabeza: Su vida de joven, el dominio de su madre que le impidió disfrutar de las experiencias que
vivió en su adolescencia, su hermana rebelde y el amor que negó ante Hugo… Un poco presionada por su madre y otro poco por no hacer sufrir a Gustavo. Y por supuesto, el recuerdo
de Hugo que le carcomía la mente… "¿Qué será de tu vida mi amor? Todavía me pregunto por qué hube de negarte. Dios, si tan solo pudieras salir de mi cabeza" Pensaba ella… En ese momento, sonó su teléfono:
- ¿Diga? – respondió aparcando el coche junto a la acera.
- Hola hermanita, soy yo. ¿Estás ocupada?
- No, no aún. Pero por mi hermana soy capaz de todo. ¿Qué necesitas?
- No, solamente quería saber si puedes venir a tomar un café conmigo.
- OK, dime donde estarás y paso por ti.
-Estaré en el Café Francés en 5 minutos. Te voy a estar esperando.
- Allí voy, adiós – respondió Babi y retomó la marcha de su vehículo. Al hacerlo, nuevamente sus pensamientos querían nublarla. Y para peor, cuando se dirigía a ver a su hermana,
inconscientemente pasó por debajo de un puente. Ese puente todavía mantenía viva una leyenda, casi tapada por otros grafitis, que rezaba "Tú y Yo a 3MSC". Clavó los frenos de manera brusca y bajó del auto:
- ¡VETEEE! ¡VETE DE MI VIDA! ¿QUÉ CARAJO ESTAS BUSCANDO QUERIENDO VOLVER A MI MENTE? ¡YA TE HABÍA OLVIDADO ¿POR QUÉ CARAJOS TE EMPEÑAS EN NO IRTE?!
Tras gritar desesperadamente hacia el puente, volvió a subir a su coche y emprendió viaje a toda carrera. No se daba cuenta de lo que hacía, ya que se había largado a llorar. Con
angustia, subió hacia el mirador y se acercó al borde del mismo. Observó el paisaje de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, contemplando la panorámica de la ciudad. Sonrió
al borde de la locura y pensó que podía ser una muy buena idea, formar parte del paisaje. Soplaba un viento suave, ella se acercó al borde y comenzó a abrir sus brazos como un ave
abre sus alas para echarse a volar. El sonido de su celular la devolvió a la realidad, antes de que cometa una locura y bajó rápido de ese lugar.
- ¿Diga?
- ¡Babi! ¿Qué estás haciendo? Hace 15 minutos que estoy en el Café y no llegas ¿Dónde andas?
- ¡Uy! Lo siento hermanita, se me ha pasado. Perdóname.
- ¿Puedo saber qué te pasa?
- Te lo explicaré cuando llegue. No tardo – Y dicho esto, volvió a subir a su coche para partir raudamente a buscar a su hermana.
Tardó 10 minutos en llegar al Café y finalmente se encontró con Daniela. Daniela era casi tres años más joven que Babi. Cargaba con la cruz de haber sido madre a los 16 y haber
tenido un pasado sumido en la rebeldía. Su maternidad fue una de las tantas causas que motivaron que su familia se desarme, pero nunca dejó de tener contacto y buena relación con
su hermana. Al final, tuvo un hijo al que llamó Andrés.
- ¿Cómo estas Babi? ¿Qué sucedió que te noté rara en la última conversación?
Babi respiraba a ritmo agitado.
- Babi ¿Me oyes? – repreguntó Daniela.
- Creí haber olvidado a "Hache"… Pero ha vuelto a mi mente…
Al oír esa confesión, Daniela hizo un gesto como poniéndose en guardia.
-Sigues enamorada de él, ¿no?
- No lo sé. Pareciera que busca tomarse revanchas de que me haya decidido por Gustavo antes que él y vuelve a mi mente de esa forma.
-¿Cómo puedes pensar que él pretenda tomarse "revanchas" de esa forma? ¿Cómo puedes pensar que él va a entrar a tu mente cuando quiere para dañarte? Vamos Babi, aún estas
enamorada de él, admite que todavía tienes deseos por él.
- ¿De qué deseos hablas? Estoy casada con Gustavo y lo amo. Hace más de 21 años que le dije que no a Hache. Hace más de 21 años que le dije que no lo amo…
- Pero nunca pudiste olvidarlo – retrucó Daniela – Babi, debes admitirlo. Nunca pudiste olvidarlo. Él no va a venir a tu mente cuando "él" lo desee. Vuelve a tu mente por una cuestión
tuya…
- ¡Por favor, no sigamos con esto! ¡Amo a Gustavo y punto! – respondió bruscamente Babi, molesta porque su hermana no le daba la razón – ¡Además, quien quería hablar eras tú!
¡Anda, dime que es lo que necesitas!

CAPÍTULO III – GIN
Durante su juventud, Ginebra era una joven entusiasta y llena de vida. Apasionada por las ramas del arte, era una destacada vocalista, una eximia artista urbana y su gran pasión era
la fotografía. Su sueño como cantante se había esfumado una noche lluviosa, en la que a pesar de haber ejecutado una bella entonación, la ausencia de Hugo esa noche y una serie
de eventos brutales le hicieron perder su encanto.
Pasaron algunas semanas y tanto Hugo como Ginebra decidieron volver a vivir su amor. Ese amor, por el cual más tarde celebrarían sus 20 años de casados.
Durante todo ese tiempo, Gin continuó dándole forma a su carrera artística, convirtiéndose finalmente en una destacada artista plástica. Su talento para manejar el pincel se había multiplicado fuertemente y de una gran artista urbana, pasó a ser una de las más reconocidas galeristas de España.
Esa mañana en la que Gin y Hugo celebraban sus 2 décadas de casados, tras el desayuno y la despedida de él, Diego se levantó de dormir y se acercó a saludar a su madre. Al
hacerlo, la notó triste y preocupada.
- ¡Buen Día madre! Felicidades.
- ¡Muchas gracias hijo! ¿Cómo has amanecido?
- Muy bien pero… A ti no te veo bien. ¿Por qué estas afligida?
- Tu padre me preocupa. Se levantó extraño y no lo vi bien.
- Pero ¿Cómo? Si estaban de lo mejor en el desayuno.
- Son cosas de su pasado. Cosas que creyó haber superado y no pudo.
- Que pena. Es triste que suceda esto. – dijo Diego y finalizó – Bueno madre, perdóname, pero me tengo que ir. Voy al circuito a entrenar.
- ¡Recuerda que no debes olvidar tus estudios!
- ¡Lo sé madre, lo sé! – exclamó Diego huyendo por la puerta.
Tras haber quedado sola, Gin se encerró en su atelier e intentó combinar colores sobre un lienzo en blanco. Al quedar frente al lienzo, sintió que por primera vez estaba artísticamente
vacía. Ninguna idea lograba acercarse a su mente abierta e imaginativa. Sentía que los pensamientos de Hugo de alguna forma la involucraban y la hacían sentirse mal: "¡Ay amor! Si
tan solo supiera cómo hacerte salir de esta aflicción." Pensaba ella. Y con este pensamiento, decidió salir a la calle a caminar. Recorrió calles, bares y plazas. Paseó la vista por
diferentes sitios, admirando su arquitectura grecorromana. Visitó galerías de exposición y salones de fotografías, para ver si podía hacer resurgir esa fuerza inspiradora que la convertía
en artista… Nada podía satisfacerla.
Regresó a su casa, buscó la cámara fotográfica, salió a tomar un taxi y reinició su recorrido por la ciudad. Se adentró un poco más en ella y comenzó a capturar imágenes interesantes
con su flash. Comenzaba a disfrutar del momento. Ya con la memoria de su cámara bien cargada, decidió retornar a su casa para comenzar a plasmar el arte en su lienzo. Sin embargo,
nuevamente la mirada abatida de Hugo la volvía a preocupar. Cuando ingresaba, sintió que su móvil empezó a sonar:
- ¿Aló?
- ¡Mi amor! Llamo para avisarte que no he asistido al trabajo.
- ¿Cómo que no has asistido cabrón? Yo preocupada por ti y tú te rajas por cualquier lado ¿Cómo es eso?
- ¡Ya mujer no empieces a cuestionar! Peor hubiera sido contarte primero lo que tengo a mi lado y que por ello tu deduzcas que no fui a trabajar, antes que yo te lo diga.
- OK, vale. Pero dime ¿Qué llevas contigo?
- Jajaja, te carcome la curiosidad
- Ándale mítico, no seas así. Nos conocemos de hace tiempo. ¿Qué es eso que tienes para contarme?
- ¿Adivina con quien estoy en este momento?
- Pues ¿qué se yo? Con el Presidente no sé…
- Pero mira que te gusta ser irónica ¿eh? – respondió Hugo alegremente
- ¿Y tú que pretendes? ¿Que tenga dotes de adivina? – contestó Gin de manera alegre
Esa contestación por parte de Hugo, hizo que Gin recobrara la sonrisa y se olvidase por un momento del rostro abatido de Hugo a la mañana. Esto la animó a seguir con la charla.
- ¿Sabes que macho? Me doy por vencida. Venga, ¿dime con quién te has encontrado?
- En este momento estoy junto a tu cuñada Katina. Ha vuelto a Barcelona.
- ¿Qué? ¿Katina en Barcelona? ¿Y que se le dio por volver?
- Dijo que nos extrañaba y regresó.
- ¿Y Luque? ¿Está ahí mi hermano? Pásame con él que lo estuve extrañando
- Anda mujer, que han pasado los años y no has perdido las ansias. No, Luque no está. Se quedó en Logroño.
- ¿Cómo? ¿Se han divorciado?
- ¡No tontita! Luque está en Logroño administrando una hacienda y en cuanto Katina encuentre un sitio donde vivir, se vienen para acá todos juntos.
- ¿Qué dijiste? ¿Luque administrador de una hacienda?
- Jajaja, sí así es.
¡Ay Dios! ¡Lo que está el mundo de lleno con tantas sorpresas!
- Jajaja - respondió Hugo riendo - Y bueno pues... Katina lo traerá de nuevo cuando pueda volver a asentarse aquí.
- ¿Significa que mi hermano volverá?
- Claro que sí hermosa. Pero te llamé para consultarte algo
- Dime. Sabes que soy toda oídos.
- ¿Puede Katina quedarse a almorzar con nosotros?
- ¡Por supuesto que sí! Nos reuniremos todos y celebraremos nuestro aniversario, juntos.
Esta noticia alentaba y mucho a Gin. Pero más aún la animaba el oírlo a Hugo completamente despreocupado.
- Me alegro de oírte bien mítico. Me alegras la mañana. Siempre serás mi machote.
- Y tú siempre serás mi nena hermosa. Te amo ¿lo sabes?
- Yo te amo más.
- Bueno, haré las reservaciones. Tú trata de contactar a Alex y dile que venga él también. No sé si papá querrá venir.
- Los llamaré a ambos. Diego no vendrá porque tiene sesión de ensayo con el equipo, pero te manda saludos igual.
- Vale nena. Así será. ¡Que comience el baile! - Y dicho esto, ambos colgaron
Y así, mientras Hugo iba con Katina en búsqueda de un restaurant, Gin se encargaba de contactar a la familia de Hugo.
Esa tarde se encontraron todos en el Restaurant de las Camelias y compartieron un almuerzo muy alegre. Sin lugar a dudas, Gin se sentía feliz. Los malos recuerdos de esa mañana se
los había llevado el viento y huyeron de su mente, ahuyentados por el cristalino sonido de las risas de los presentes que recordaban anécdotas felices de sus vidas en tiempos
pasados. Una vez finalizado el almuerzo, mientras cada uno se dirigía hacia su vehículo, Hugo tomó del brazo a Gin y le susurró al oído:
- Este día tiene que terminar de una manera única. Esta noche quiero darte un regalo especial.
A Gin comenzó a revolvérsele la cabeza, pero en este caso de felicidad por la propuesta de su amado. No sabía que podía ser, porque viniendo de Hugo, cualquier cosa era posible.
A media tarde, Gin se comunicó con Katina y le pidió para verse en el Café Francés para charlar un rato de la vida. A las 5 se encontraron y juntas compartieron la tarde:
- ¿Así que pretendes volverte a casa? – preguntó Gin
- ¡Ay tía! Si supieses lo aburrida que ya estaba de la tranquilidad campestre en la que se metió tu hermano. ¿Sabías que está de administrador de un campo en las afueras de Logroño?
- ¡¿Administrador de un campo?! ¿Y cómo coños lo consiguió, si ese gandul nunca supo manejar ni su propia vida?
- Jajajaja – lanzó una alegre carcajada Katina por la ocurrencia de su cuñada – No le quites méritos que tiene cualidades y de sobra ¿eh?
- Bueno pero, no me has explicado cómo llegó ahí ese mentecato.
- Cuando fuimos a Logroño, él tenía pensado ir en busca de sus raíces. Allí consiguió contactar con un tío suyo que lo llevó a trabajar de peón en su campo. Sus locuras y ocurrencias
lo hicieron ganarse la simpatía del capataz y en parte ese campo avanzó con las locas ideas de tu hermano.
- ¡Virgen Santa! Imagino lo que habrá hecho. Y dime ¿Cómo contactó con ese tío?
- Era un hermano mayor de tu padre, al parecer el único que quedaba. Y según me dijo Luque, un oficial de justicia lo había visitado antes de ponernos de novios y le notificó que su
tío los estaba buscando. Al no haber estado tú presente, él fue a Logroño en representación de ambos y se conoció con su tío. Este tío adelantó que no tenía herederos y que iba a
ponerlo como tal, si antes trabajaba para él.
- Grandísimo bribón… Aprovechó la situación y se quedó con todo. Igual, no lo culpo. Yo ya estaba con mis planes en marcha cuando eso sucedió. Me alegro que lo haya conseguido.
- Pues bien Gin – siguió Katina – personalmente no aguanté tantos años en el campo que ya comencé a extrañarlos, por eso le pedí a Luque para volver. En cuanto consiga algo, me
pondré en contacto con él y lo traigo de los pelos. – Ambas se echaron a reír.
- ¿Y tú que me cuentas de tu vida Gin? – preguntó Katina.
- Pues yo sigo con lo mío: El arte y la fotografía. Hago exposiciones en Madrid, Galicia, Tenerife y me han surgido propuestas de Londres, París y Roma.
- Vaya que has adquirido fama cuñadita. Me alegra mucho verte feliz.
- Sí, y más aún al lado de… - Gin hizo una pausa para hablarle a Katina en tono de secreto – "Hache" – y ambas se echaron a reír.
Sin lugar a dudas vivían esa tarde como dos adolescentes de secundaria, contando cosas y riendo como dos niñas. Hasta que el móvil de Gin anunció el ingreso de un mensaje:
"Mi nena, estoy en casa de mi hermano. Estate lista que pasaré por ti a la noche"
- ¡Ay qué emoción! ¡Hugo me tiene una sorpresa para esta noche! – exclamó de felicidad Gin
- Pues espéralo de la mejor forma, amiga. Esta noche tiene que ser especial para ambos.
- Ojalá así sea. Disculpa que no pueda estar más tiempo, pero me debo ir.
- No te preocupes Gin. Cuentas conmigo para todo. ¡Éxitos Cuña!
Y tras esta despedida, Gin se subió a su convertible y partió rumbo al departamento. Una vez allí comenzó a retocarse y producirse, poniéndose un vestido negro muy elegante y maquillándose finamente. Tardó 10 minutos en prepararse, cuando se oyó el sonido de la puerta abriéndose:
- ¡Ya llegué princesa! – alertó Hugo
- ¡Ya salgo mítico! – Respondió Gin desde la habitación - ¡En un minuto estoy contigo!
Se calzó un par de zapatos de tacos, se colgó un collar de perlas y salió a ver a su amado. Pero como era de suponerse, de Hugo se podía esperar cualquier cosa.
Al salir a la sala, ambos quedaron sorprendidos con el look del otro: Hugo se apareció vestido con zapatillas náuticas, un vaquero, una sudadera blanca y una cazadora negra. Al verlo
así vestido Gin le gritó:
- ¡Me apuras a que me cambie y tu todavía no has hecho nada! ¿Qué te pasa por la cabeza?
- Que yo sepa solo te dije que te prepares, no que te eches el ropero encima – dijo Hugo sonriendo
- ¿Qué? ¿No te agrada verme vestida así? – repreguntó Gin
- Por supuesto que sí – dijo Hugo – pero adónde voy no pienso llevarte con esos tacones puestos. Así que cámbiate de nuevo y te espero.
- ¡Vete al carajo! – respondió Gin refunfuñando mientras iba a su cuarto a cambiarse de ropa. Hugo mientras tanto, prendió el televisor para esperarla, echando una carcajada.
"¿Que tendrá pensado este loco?" pensaba Gin "¿Querer aventuras a esta edad? Ya estamos grandes" se preguntó. Pero al fin y al cabo, no le encontró mala vista a eso de buscar
aventuras aún con casi 40 años.
Revolviendo en el placard, encontró un vaquero elastizado que utilizaba cuando era joven. A pesar de los vestigios de su maternidad, el vaquero le quedaba perfecto. Siguió buscando
y completó su atuendo con una remera blanca, un par de zapatillas azules y le robó a su hijo una camisa a cuadros para usarla desprendida sobre su remera.- ¡Hey tu, holgazán! – Alertó Gin a Hugo – Vente paquí que ya estoy lista.
- Mirate ahora sí. Estas hecha toda una nenaza – respondió Hugo agarrándola de la cintura.
- Vamos mítico, ¿Qué es eso que me quieres mostrar? No nos vamos a quedar aquí revolviendo la cama.
- Por supuesto que no. Vamos al subsuelo.
En el subsuelo se encontraba el garaje y hasta allí se fueron. Al llegar, Hugo le mostró a Gin una motocicleta cubierta por una sábana.
- Mira esto amor – dijo Hugo – Se la compre a Diego. Pero antes que él la estrene, la estrenaremos nosotros.
Gin quedó sorprendida. Volver a vivir esas aventuras que tuvieran desde su juventud con casi 40 años, hacían nacer en ella nuevamente sus ganas de vivir. Esa noche los fantasmas
de la mañana quedaban definitivamente enterrados en el pasado. Subieron a la motocicleta y se aprestaron para iniciar viaje
- ¿Adonde me quieres llevar mítico? – preguntó dulcemente Gin
- Hay una playa por aquí cerca, con un restaurant muy bonito que quiero que conozcamos. Luego de eso, mal no vendría un chapuzón nocturno en el mar, ¿No te parece? – respondió
Hugo, haciendo referencia a un lugar en la playa que conocieran en su juventud y refiriéndose al sitio como si fuera la primera vez que lo visitarían.
- ¿Todavía tienes ganas de aventuras mi "Super Hache"? – preguntó Gin
- Más que eso Gin-tonic… Todavía tengo ganas de ti – respondió Hugo haciendo arrancar la motocicleta y dándole un fuerte acelerón para ir y vivir la noche por sus 20 años de
casados, como si fuera la primera vez.
Esa noche, Hugo llevó a Gin a cenar a un restaurant ubicado junto a la playa, donde saborearon un arroz que a Hugo le encantaba. Tras cenar, la llevó a la playa donde se dieron una
refrescada en el mar y terminaron abrazados y dándose besos en la arena, bajo la luz de las estrellas que brillaban para ellos solos en la noche, mientras que de los parlantes del
restaurant sonaba "Knocking on heaven's door" de Guns 'n Roses, completando la escena romántica y la noche perfecta que Hugo le pudiera regalar a su amada.

CAPÍTULO IV – LOS CHAVALES
Hugo Olivera y Ginebra Mancini, habían decidido casarse casi dos años después de haberse conocido. La decisión llegó a causa de la prematura llegada al mundo de Diego, su único
hijo. Un año después de su nacimiento, ambos decidieron concretar su unión casándose y estableciendo formalmente a su familia. Diego nunca tuvo un hermano, ya que en base a su
vivencia de compartir la vida con Alex, Hugo no quiso darle uno. Asimismo, Gin tampoco se sentía dispuesta a volver a padecer los dolores de un parto para darle un hermano a Diego,
por lo que la decisión fue consensuada. Diego era un muchacho fuerte, sano y muy cabal en muchas cosas, aunque también tenía esa cuota de rebeldía heredada de su padre, ya que
no dejaba pasar la oportunidad de decirles cosas a las chicas desde el colectivo o bien, querer flirtear con las promotoras que desfilaban en el autódromo. Si bien había adquirido
rasgos y cualidades de su padre, fue su tío Alex quien le inculcó los valores de la moralidad y el buscar en las carreras legales de automovilismo, un modo de vida y un cable a tierra. A
la par de su carrera deportiva, Diego cursaba el segundo año de la carrera de Ingeniería Aeronáutica.
Babi Alcázar había decidido casarse con un joven llamado Gustavo Vidal, con quien además de formar familia, unificó su fortuna creando una de las familias más adineradas de
Barcelona. Esta pareja, se había casado conforme a lo expresado por Babi a Hugo, después de que ella lo abandonara. A los 9 meses de haberse casado, nació Horacio, su hijo mayor.
Cinco años después, nacería Perla, su única hija y la consentida de la familia. Horacio era un muchacho muy liberal: Siempre hacía las cosas a su modo, tenía espíritu aventurero y
siempre andaba en motocicleta buscando líos por ahí, algo que lo hacía tener más de un encontronazo con su padre quien trataba por todos los medios de mantener la imagen de "fina
stampa" de su familia. Perla por su parte, era todo lo contrario a Horacio. Hacendosa y muy mimada, era muy protegida por su madre y era la predilecta de su padre, por lo que su vida
era casi la de una princesa. Estas condescendencias de sus padres, no eran las mismas de parte de su hermano, quien siempre buscaba la ocasión perfecta para tenderle una buena
chanza. A pesar de ello, Horacio la quería mucho y no iba a permitir que ningún "buitre" asome sus garras sobre su delicada hermana. Al mismo tiempo, la familia convivía con Daniela,
la hermana de Babi, quien a los 16 tuvo a su único hijo, Andrés.
Tras el casamiento de su hermana Ginebra con Hugo, Luis Enrique Mancini (Luque o Piolín, según las circunstancias en las que era llamado) había decidido intentar enamorar a Katina
Herreruela, una amiga de Hugo que venía de una terrible desventura amorosa, a causa de la trágica muerte de su primer amor Pollo (al mismo tiempo, el mejor amigo de Hugo). Una vez
que ella se diera por convencida de que su vida debía continuar, y que Luque era lo mejor que le podía pasar, Katina terminó por enamorarse de él y el amor terminaría floreciendo.
Fruto de este amor nacería su única hija a la cual llamaron Babi (aclaración mediante de Katina que lo había hecho por el recuerdo de su amistad con su ex-amiga, más allá de no
jugarse más por ella, ni por un Premio Goya). Katina, Luque y su hija vivieron mucho tiempo en Logroño, donde Luque conseguiría erigirse como el administrador de un campo de su
familia. A pesar de este compromiso y de tomarse su trabajo con total seriedad, Luque seguía siendo un completo despistado en mil y un cosas. Tras un largo tiempo viviendo en el
campo y por pedido expreso de Katina, Luque decidió volverse a Barcelona con toda su familia, comprometiéndose a llevar adelante el campo de Logroño desde ahí.
Finalmente y tras dos meses de haber estacionado en el departamento de Hugo, Katina conseguiría hallar un departamento en el cuarto piso de la misma torre en la que vivía Hugo y
conseguiría establecerse. Una vez allí, Luque y su hija fueron a vivir con ella.
La nueva vivienda de los Mancini-Herreruela, permitiría que la relación con los Olivera-Mancini siga creciendo, haciendo que Gin y Katina se hagan cada vez más íntimas amigas. Al mismo tiempo, Diego conocería a su prima y comenzaría a congeniar con ella.
- ¿Hola como estas? – preguntó Diego.
- Tú debes ser Diego ¿no? – respondió ella inquiriendo
- ¡Vaya! No sabía que además de prima, tendría una aficionada que me reconociera por mi nombre- respondió Diego con un dejo de soberbia.
- ¿Qué? ¿Realmente de que te la has dado tío? No sé de dónde demonios emergiste.
- Anda que eres bruta niña ¿eh? No muestras nada de delicadeza.
- ¿Bruta? ¿A quién crees que le dices bruta, imbécil?
- ¿Ves? Ese es tu error niña. Los chavales como yo te podemos huir con tu trato... Y sí, te lo dije a ti.
- En primer lugar, no te conozco como para que quieras marcarme en que estoy mal. Segundo, los chavales como tú nunca tendrán oportunidades conmigo. Son solo puro cascarón y
por dentro no llevan nada. Tercero, ¿tú, conmigo? será imposible. Recuerda que soy tu prima. Y por último, guárdate el "niña" en el trasero, porque conmigo no te lo voy a permitir
usar.
- Bueno, bueno, ya – respondió Diego viendo que la cosa se iba a pique – Digo ¿Si te invito un paseo, aceptas?
- Mientras no te quieras pasar de verga conmigo, iría hasta el fin del mundo –respondió Babi
- Vale. Me han regalado una motocicleta y me gustaría llevarte a conocer toda Barcelona para que te vayas aclimatando. – propuso Diego como buen anfitrión.
- OK, vale. ¿Y adonde me llevarías?
- Por varios lados. Te van a gustar.
Y así fue como en menos de lo que tarda el correo en llegar, ya estaban montados a la moto de Diego. Recorrieron diferentes sitios de la ciudad: Calles, avenidas, plazas, bulevares,
parques, la playa y el mirador. Cuando llegaron a este sitio, detuvieron su viaje.
- Mira esto. ¿No te parece precioso?
- Realmente es un lugar muy bello primo. Este sitio así me ha de inspirar historias de amor.
- A mi me hacen sentir tranquilidad y es un cable a tierra cuando no me siento bien. A propósito de historias de amor, en este sitio se conocieron mis padres ¿lo sabías?
- Pues ni modo que sea adivina tonto. ¿Qué voy a saberlo yo? Nunca me lo contaron.
- Vamos prima no te pongas así – dijo Diego mientras estiraba su brazo para capturarla y abrazarla por la espalda – A propósito, no me has dicho tu nombre.
- Jajaja, es verdad – respondió Babi riendo mientras se dejaba abrazar – me llamo Babi.
- ¿Babi? – Preguntó Diego - ¿Qué clase de nombre es Babi?
- Es de origen italiano – respondió– le gustaba a mi mamá y así me llamó ¿por?
- Pues que gusto raro tiene – dijo Diego – Babi… Me suena a baba, babuino, babieca… ¿No tienes segundo nombre?
Babi le dio un codazo a la altura de la boca del estómago y lo dejó desairado, por haberse burlado de su nombre.
¡Que la baba te salga de la nariz a ti, babieca! – le respondió Babi muy enojada – Y sí, tengo un segundo nombre: También soy Valeria.
-¡De la manera en que sigas así, te va a ser difícil hallar un chavo! – volvió a la carga Diego agarrándose del estómago.
- ¡Pues de la manera en que sigas comportándote como un burro, seguirás siendo el único que reciba golpes!
- Pues no te llamaré Babi. Te llamaré Vale.
- ¡Anda, calla tu bocota y sigue abrazándome que me estaba gustando!
Diego volvió a abrazar a su prima y así quedaron observando el paisaje durante un largo rato.
- ¿Diego? – preguntó Babi suavemente.
- ¿Dime Babi? – respondió Diego
- ¿Eh? ¿Qué no era que ibas a llamarme Vale?
- Pues a ti te gusta tu primer nombre.
- Pero mal no viene que alguien especial me llame de manera especial – respondió ella.
- Bueno pues… No quiero recibir otro codazo en el estómago – Dijo Diego riendo.
- Tonto – le dijo Babi riendo - Te quería comentar que en dos semanas empiezo el secundario. Mi madre me anotó en un secundario de mujeres al que iba ella. ¿Será que tú podrías
alcanzarme todas las mañanas al colegio?
- ¿Y que gano a cambio? – respondió Diego queriendo sacar ventajas.
- Pues no lo sé… Te puedes quedar a mirar a las otras chicas que vayan ¿qué más?
- Jejejejeje, lo voy a pensar – respondió Diego
Y así, permanecieron toda la tarde hasta el anochecer, cuando comenzaban a asomar las primeras luces de la ciudad desde el mirador.
Como ya se había comentado, Horacio y Perla eran hermanos e hijos de Babi Alcázar. Perla, la niña consentida de la familia, estaba terminando su feria escolar y aprovechaba esas mañanas para junto a sus amigas asistir a sesiones de gimnasio, en un instituto de alto prestigio. Horacio por su parte, se la pasaba vagando por todos lados, molestando cuando
quería a su pequeña hermana.
Cuando restaban dos semanas para que culmine la feria, Perla se preparaba para sus últimas sesiones de gimnasio. Esa mañana, se estaba preparando muy bien cuando de repente:
- ¡Hola sucia! Báñate un poco antes de ir al gimnasio, no vaya a ser que espantes al alumnado – dijo Horacio.
- ¡Pues vete a la mierda Horacio! ¡Mejor lávate tú la boca, así no espantas a tus nenotas con tu hedor a cementerio! - Respondió violentamente Perla.
- ¡Esto ya se te pasó de límite pendeja! – vociferó Horacio arrojándole la mochila a la cara
- ¡Te voy a matar! – gritó Perla y fue directamente a buscar a Horacio.
Afortunadamente esa mañana, Gustavo (su padre) todavía no entraba a trabajar, por lo que enseguida sofocó la pelea.
- ¡Basta! ¡Déjense de pendejadas hombre! ¡Ya son grandes para seguir con riñas de criaturas!
- ¡El empezó! – comenzó acusando Perla
- ¡Ella me buscó! – se defendió Horacio
- No me importa quien buscó a quien, ni quien la empezó. La cosa termina acá y los dos estarán castigados a partir de ahora – sentenció Gustavo – Tú Perla, a partir de hoy, de
gimnasia a la casa y se terminan tus salidas con amigas, hasta que empiece tu secundaria nuevamente ¿Entendido?
- ¡No papá, por favor! – suplicó Perla con una de sus técnicas favoritas de convencimiento
- ¡No y basta! – señaló tajante Gustavo, mientras atrás Horacio se reía de su hermana. Sin embargo, esta victoria pronto se convirtió en derrota:
- En cuanto a ti Horacio, así como ella será de la casa al Gym y del Gym a la casa, TÚ serás quien la lleve y la traiga.
- ¿QUÉ? – Respondió con un estallido Horacio – Ni lo sueñes. Ni loco. No seré el lacayo de esta mocosa malcriada. ¡Me niego rotundamente! – finalizó creído que con su rebeldía
superaría la autoridad de su padre.
- De la manera en la que tú desobedezcas mi orden, ¡Yo te voy a hacer quitar la motocicleta, aunque sea denunciándote a la guardia por andar con papeles vencidos!
Al oír eso, a Horacio se le generó un gran dilema: Todo lo que le dijo su padre era cierto. Por lo que si quería seguir conservando la poca libertad que le quedaba, desde ese día cuando
lo designaron oficialmente como el lacayo de su hermana, simplemente no le quedaba otra que aceptar el castigo impuesto. Tras cartón, su hermana no paraba de reírse con la
situación, ya que ahora sí tenía de donde prenderse para tener a su hermano en su poder.
- A partir de ahora te encargas de tu hermana sin chistar ¿estamos?
- Sí-pa-pá – respondió con total mala gana.
- Así me gusta. ¡Vamos! ¡Apúrate que llega tarde!
Horacio miró a su padre con mucho fastidio y refunfuñando se preparó para llevar a su hermana.
- A partir de ahora, harás todo lo que te ordene ¿Entendido lacayo? – se burlaba Perla
- Esta me las pagarás enana – amenazó Horacio
- ¡Shht! ¡Silencio! Usted no me habla en ese tono – respondió Perla aún más altanera.
A Horacio los cables se le comenzaban a pelar y deseaba con mucha rabia que Perla fuese hombre, porque así podría asestarle un tremendo puñetazo a la boca para que se calle. Pero
cuando se acercaban a la motocicleta, una idea brillante le brotó de la mente.
- Ya saco el móvil para su traslado princesa – dijo Horacio en un fingido tono cabal
- ¡Bueh! Hasta que al fin entraste en razones – respondió Perla quien se quedó esperando a su hermano.
- ¿Sube señorita? – preguntó Horacio queriendo imponer el juego.
- ¡Por supuesto! Es usted un chofer muy atento – siguió Perla
Pero una vez que Perla se montó a la motocicleta y estuvo preparada, Horacio tras hacer una cuadra, comenzó a acelerar la moto cada vez más fuerte.
- ¿Horacio que haces? – preguntó Perla, alarmada por la continua aceleración de la moto.
- La princesa está llegando tarde a su clase – dijo Horacio irónicamente, acelerando cada vez más
- Bájale la velocidad a esta cosa. ¡Tengo miedo! – pidió Perla completamente asustada.
- ¿Cómo dice? No la escucho bien – respondió Horacio, acelerando cada vez más fuerte.
- ¡Para esta moto carajo! ¡No me siento bien! – suplicó Perla, dejando ya de lado el juego.- ¡Lo siento, pero a alta velocidad no puedo escuchar! – dijo Horacio acelerando cada vez más y en dirección a un bache.
- ¡NOOOOOOOOOOO! ¡NOS VAMOS A MATAAAAAARRRRRR! ¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHH! – gritó Perla completamente escandalizada.
Horacio practicó una maniobra evasiva y siguió viaje sin aminorar la velocidad, teniendo a su hermana completamente bajo su poder.
Cuando llegaron al Instituto, Perla no aguantó más y tras bajar de la moto comenzó a vomitar. Horacio que contemplaba la escena lastimosa de su hermana se echó a reír:
- Ja! Ahora la que tendrá en su boca un olor a desagües cloacales serás tú – este comentario hizo que Perla vomite aún más violentamente – Ándale niña, deja de hacer espectáculo
que creerán que anduviste de pedos por ahí.
Cuando por fin Perla pudo recuperarse, observó que Horacio seguía allí, mirándola en silencio.
- ¿Qué mierda sigues haciendo ahí? ¿Quieres seguir burlándote? – dijo ella
Horacio sintió algo de compasión por su hermana y le dijo:
- Acompáñame. Eso sí, no abras la boca y solo señala con tu dedo. – pidió.
Entonces Horacio la llevó a la farmacia, donde compró enjuague y pasta dental, además de un cepillo dental elegido por su hermana.
- Ahora ve y enjuaga tu boca. Con esto, quiero que sepas que a pesar de todo, nunca voy a dejarte sola hermanita. Siempre te cuidaré. Nunca te voy a abandonar. – dijo Horacio
Perla quedó sorprendida por el gesto de su hermano, tanto que no aguantó más y le dio un interminable abrazo

CAPÍTULO V – DIEGO y PERLA: EL PRIMER ENCUENTRO
Tras haber comprobado que no era nada saludable desafiar a su hermano mayor, Perla ingresó al Instituto con el rostro completamente encendido de la vergüenza. Sin lugar a dudas,
su hermano le dio una lección de lo que no debía hacer, para no tener inconvenientes con otra gente a la que su actitud le resulte chocante.
Lo bueno de ese viaje descontrolado, fue que Horacio la pudo dejar 15 minutos más temprano del horario de entrada (descontando, obviamente, el tiempo que perdió deponiendo y
yendo a la farmacia). Eso le permitiría ir hasta el baño para asearse. Al ingresar, solo se encontraba la profesora acomodando los equipos para empezar el día.
- Buenos días Pro – saludó Perla
- ¡Vidal! – exclamó la profesora - Pero que sorpresa. ¿A qué se debe que hayas madrugado así?
- A una pelea con mi hermano que me terminó trayendo a los tiros en su motocicleta – respondió Perla avergonzada - ¿Puedo ocupar el toilette?
- Por supuesto niña. Prepárate bien ¿eh? – respondió la profesora con una sonrisa.
Perla entró corriendo al baño conquistando el fregadero. Una vez allí, se lavó los dientes y enjuagó mucho su boca. En ese momento, ingresó al baño Valentina, una de sus amigas.
Valentina además de ir con Perla a clases de gimnasio, también asistía al mismo colegio que ella y eran muy amigas desde que iniciaron el secundario. Al mismo tiempo, ella sentía una
pasión oculta por Andrés.
- ¡Joder tía! Esas cosas se hacen en casa cuando te levantas – bromeó Valentina
- ¡Calla la boca que no estoy de perras para que me jodas! – respondió Perla muy enojada
- Anda, que no se te puede hacer una broma ¿eh?
- De este tipo y en esta circunstancia no – respondió Perla mientras se mandaba un gran trago de enjuague bucal. Definitivamente en esa escena perdió toda su compostura real,
dejando la princesa un rato de lado.
- Bueno pues, ¿me vas a contar que pasó o no? – preguntó Valentina con su típica curiosidad de amiga.
Perla se tomó su tiempo a responder mientras se enjuagaba. Al terminar de hacerlo, respondió:
- El gafe de mi hermano me buscó pelea y mi padre nos castigó ¡Y vaya que se ha ensañado conmigo! Me prohibió ir con ustedes a la heladería, como cada vez que salimos del Gym,
de aquí hasta que empiecen las clases. Y para colmo de males, me lo pone a este bruto a que me lleve y me traiga. A modo de venganza, me trajo a toda velocidad en su moto y… -
Perla paró porque no se animaba a seguir contando.
- ¿Y? – Preguntó aun más curiosa Valentina.
- ¡Ay que chismosa eres, por Dios! ¡Basta, termina acá! – contestó Perla muy enojada.
- ¡Ah no! Eso sí que no. No te dejaré ir hasta que no lo sepa. ¿Qué? ¿Te hizo vomitar? – preguntó Valentina adivinando la realidad.
Perla asintió con la cabeza y poniendo cara de asco, ya que el recuerdo le revolvía las tripas.
- ¡Aaahhhh! Jajajajajaja – lanzó una carcajada Valentina – Perla, siempre Perla. A la princesa se le ha caído su tiara.
Perla la miró con cara de pocos amigos y terminó la charla:
- ¡Vamos! La clase va a empezar – dijo con la voz semi ronca de tanto enjuague de menta que usara para su garganta.
A la salida del Instituto, Perla despidió a Valentina ya que, haciendo valer la palabra de su padre y queriendo demostrarle lo buena hija que era, decidió esperar a su hermano
cumpliendo así el primer día de su castigo.
- Te llamaré cualquier novedad amiga. Cuídate mucho – se despidió Valentina.
- OK Valen. Ven a casa si puedes – avisó Perla
- Pero ¿no es que estas castigada? – preguntó Valentina.
- No puedo salir… Pero eso no quiere decir que no reciba visitas – respondió Perla pícaramente.
- ¡Ay que eres zorra enana ¿eh?! Te gusta meterte en problemas.
- Vamos anda que te esperan las demás. ¡Y no hables de enanas que eres más baja que yo!
- OK. ¡Entonces tú no abuses del enjuague bucal! – gritó Valentina estando a 20 metros.
- ¡Vete al carajo, Andrés no te llamará por enana! – respondió Perla bromeándola a su amiga.
Eran las 12 del mediodía y Horacio se había retrasado por un inconveniente en su universidad. Cuando Perla se había quedado sola en la vereda yendo y viniendo esperando por su
hermano, sucedió: Un joven que venía caminando hablando por teléfono y con un gran vaso de café en la mano, chocó con ella que iba y venía sin prestar atención. Ese joven era
Diego, el hijo de Hugo y Gin. El vaso de café reventó en las manos de Diego y le manchó su remera blanca.
- ¡Cuidado bruta! ¿Por qué no te fijas por donde andas? – le gritó Diego.
- ¡¿A quién le dices bruta tú?! – respondió Perla completamente alterada.
- Al buzón de correos que se me cruzó en el camino ¿a quién más? – respondió con ironía Diego - ¡A ti animal de Dios! ¿A quién creías que se lo decía?
Perla se enfureció porque no le hizo gracia que la confundan con un buzón de correos. Y menos aún, que le digan "animal", justo a ella. Encolerizada y muy furiosa estrelló una
bofetada sobre la cara de Diego, pero con tal fuerza que le dio vuelta la cara y lo tiró al piso.
- Nadie me llama "animal" ¿se entiende? – amenazó Perla – Y espero que esta sea la última vez que escucho que alguien me llama así ¡¿Se entiende?!
Diego la miró completamente enfurecido. Ninguna mujer le había levantado la mano y esta mocosilla venía a hacerle eso. "¡Que frescura! ¡Cuánta insolencia!" pensaba mientras se
agarraba la cara. Herido en su orgullo, solo alcanzó a amenazarla.
- Esta me las vas a pagar pendeja.
- ¿Qué piensas hacer eh? ¿Golpearme como un cobarde? Me tocas un pelo y hago que estrellen tu cara contra el pavimento – respondió Perla, quien además de ser princesa sabía
cómo defenderse gracias a algunos trucos que le enseñara su hermano.
Antes de seguir brindando espectáculos bochornosos, Diego se levantó y se retiró amenazando:
- No serán golpes, porque por más animal que seas eres una dama. Pero sí sé como hacértelas pagar.
- ¡Vete al carajo, maricón! – gritó Perla.
Mientras Diego se iba, Perla se empezó a poner más y más nerviosa porque no llegaba su hermano. Lo sucedido sin dudas la había alterado y el tiempo pasaba y no había novedades.
Hasta que de repente, justo cuando estaba concentrada pensando en su hermano, una motocicleta avanzó casi al lado de ella, agarrando un gran charco de agua, salpicando y
llenando de barro su colorida ropa de gimnasia.
- ¡Te dije que me las ibas a pagar pendeja! – gritó Diego desde la moto – Tú manchaste mi remera, ahora yo mancho la tuya. Ojo por ojo.
- ¡Cabrón de mierda! ¡Bájate de la moto y ven aquí cobarde! ¡Se hombre! – gritó Perla
Diego arrancó la moto y se echó a reír mientras escapaba del lugar. Perla se quedó pataleando y despotricando en contra de su agresor, por haberle arruinado su conjunto favorito de
gimnasia. Fue así como la encontró su hermano, quien había llegado media hora tarde del horario de salida del Gym. Al verla a su hermana toda enchastrada con barro, no pudo
aguantar y comenzó a reírse de su desgracia.
- No sabía que en este instituto también enseñaban maniobras militares – dijo Horacio sin parar de reír.
- ¡¿Vas a burlarte de mí todo el día o me vas a llevar a casa?! – preguntó Perla muy enfadada.
- Ni modo que con esa mugre te vas a subir a la moto niñata – respondió Horacio
- ¡Vamos, no seas así! ¡No tuve un buen día como para soportar otra de las tuyas! – suplicó Perla.
- Pues dime ¿Cómo es que conseguiste embarrarte toda esa mierda?
- Un imbécil en motocicleta que pasó por un charco y me salpicó toda. Y lo que es peor, el tío enojado porque dice que yo le tumbé el café en su remera.
- ¿Cómo es eso? – preguntó Horacio
- Estaba yo parada aquí ¿no? Bueno. Cuando estaba esperando que vengas, comencé a ir y venir hasta que no se, quien demonios sabe de dónde, apareció este infeliz con un enorme
vaso de café y se terminó chocando conmigo y lanzándose todo el café sobre la ropa.
- ¡Ay Perlilla! Siempre estas volando niña.
- ¡Que no fue a propósito! Y si vamos al caso, el también venía navegando mientras hablaba por teléfono.
- ¿Y tú qué hiciste para que reaccione de esa forma? – preguntó Horacio con un tono de "¿Qué te dije?"
- Pues… Le di una bofetada en la cara por las cosas que me dijo – respondió Perla ruborizada.
- Por un lado, bien. Le estuvo bien empleado. Un patán no puede venir a sobrepasarse contigo – dijo Horacio felicitándola, pero agregó – Pero por otro lado, mal estuviste siguiéndole
el juego. ¿Qué te dije hoy respecto a tus reacciones?
- ¡¿Y qué quieres que haga?! ¿Qué lo aplauda? ¿Qué lo felicite? ¿Qué lo nomine al Nobel? Anda Horacio, vámonos a casa que ya no quiero recordarlo. Tuve un día de perras hoy: Papá
que me castiga, tú que me haces vomitar en la calle, Valentina que me encuentra en el baño con el enjuague bucal y ahora este desconocido que me baña mi ropita con aguas
servidas ¡¿Qué más va a pasar?!– gritó Perla al borde de la histeria.
- Anda enana, súbete a la moto que te llevo rápido a casa. No vaya a ser que hoy un Boeing caiga justo por donde estamos nosotros. – dijo Horacio bromeándola aún más a su
hermana.
Perla subió a la moto muy ofuscada y su hermano la llevó a casa a velocidad normal como para no terminar de alterar los nervios de su hermanita.
Pero si hubo algo que no cerraba en su cabeza, era la actitud que tomara aquel joven insolente que le arruinara su conjunto. Esa mañana, Horacio la había amenazado diciéndole "Me
las pagarás" de una forma muy agresiva. Y al momento del desgraciado encuentro, el otro joven le había formulado también la misma amenaza con el mismo tono. Tras cartón, ambos
le jugaron terribles pasadas con las cosas que le habían hecho, primero Horacio haciéndola descomponer después de una alocada carrera hasta el Instituto y después Diego con la
salpicada que le dio con el charco de agua. "Que extraño. Ni que fuera que estuviesen de acuerdo para actuar de la misma forma", pensó Perla mientras viajaba en la moto. Pensando
y repensando en lo sucedido, sin más, se terminó quedando dormida sobre la espalda de Horacio.
Al momento de ocurrido el incidente que lo cruzara con Perla, Diego se encontraba preparando y gestionando su vinculación al equipo de carreras para el campeonato nacional de
turismos. Tras haberse vengado de aquella mocosa que se atreviera a abofetearlo, quedó seriamente pensativo. Durante toda su vida, había conocido cualquier tipo de mujeres, las
cuales nunca tuvieron problemas de acercársele, ni mucho menos, ánimos de provocarle escándalos o que le dieran golpizas (exceptuando sí, aquel codazo que le diera su prima, del
cual lo excluiría por provenir de un familiar) y ninguna se había animado a rechazarlo o a maltratarlo de esa forma. Ese ataque que le propinara Perla, sin lugar a dudas lo dejó
descolocado. "Por Dios, que situación. Que niña más interesante" pensaba sin poder sacarla de su mente. La bofetada dolía cada vez menos y ya sentía calor en su rostro. Se tomó el
área golpeada con la mano y cerró los ojos pensando en su agresora: "Que difícil será volver a encontrarte niña. Y que difícil va a ser, volver a sentir tus manos de esa  forma" pensó, mientras el sol se escondía en el horizonte de la ciudad.

6 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

muy buena hasta ahora y los otros capitulos q?

Unknown dijo...

quien es el autor? todavia no esta publicado el libro?

Unknown dijo...

Muy buena tia me has dado ideas para mi nuevo libro

Unknown dijo...

Como se llama el libro? Donde lo puedo conseguir? Soy de argentina.. Me encanto esta y todas las producciones! Excelente!

Berenice jabaa dijo...

Hola qyiero decirte que hace años lei toda hasta los ultimos capitulos ya en mis manos tengo el tres veces tu y para ser cincera esta mas emocionante el tuyo quiesiera saber si lo vas a sacar a la venta ?

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